Teología de la liberación

Una visión afroamericana



Raúl Febles Conde

Teología es una palabra sospechosa, que da miedo. Mucho más si va acompañada de otra tan peligrosa como liberación. Al oír este sintagma, "Teología de la Liberación", me vienen a la cabeza múltiples anécdotas y reflexiones, fundamentalmente aparejadas a un profundo respeto, y a un profundo compromiso en contra de los proyectos de exclusión social, y marginación. Andando junto a ella, codo con codo, reconocemos al trabajo social y comunitario, a la Educación Popular y la Iglesia Cristiana.

La teología fue durante siglos una disciplina inocua en el concierto de los saberes, insignificante desde el punto de vista social y sin apenas relevancia intelectual fuera de las murallas de la ciudadela eclesiástica. Tal falta de relevancia y significación la expresaba el arzobispo anglicano William Temple con su peculiar sentido del humor británico, cuando definía al teólogo como una persona muy seria, sensata y sesuda que pasa toda una vida encerrado entre libros intentando dar respuestas exactísimas a preguntas que nadie se plantea.

Esta imagen empezó a quebrarse con las teologías surgidas de la modernidad, entre las cuales cabe citar la teología de las realidades terrenas, de la cultura, de la secularización, del trabajo, de la revolución, de la esperanza, la teología política, la teología feminista, la teología ecuménica de las religiones.

La que más ha contribuido a quebrar tal imagen y a liberar a la teología tradicional de su estrecho círculo de preocupaciones, colocándola en el terreno de la historia, en el horizonte de los movimientos sociales de emancipación y del lado de los pobres, es la Teología de la Liberación (TL), nacida a finales en la década de los sesenta del siglo pasado en América Latina.

Se fundamenta en la salvación bíblica en la cual Dios incluye además de la liberación de los espíritus malignos, la culpa, el pecado, las enfermedades y la condenación eterna, también la redención del enemigo, la esclavitud, la dominación política o la opresión social.

Jesús de Nazaret es presentado como liberador, la salvación vinculada a la liberación histórica; la creación como momento de la historia de la salvación; la gracia que provoca un cambio personal y comunitario; el pecado en su doble vertiente: individual y social; las virtudes teologales como práctica del cristianismo, etc. Pone el capital simbólico, el potencial ético y el cuerpo doctrinal del cristianismo al servicio de la liberación de los pobres y excluidos.

Todo ello a partir de la nueva experiencia religiosa encarnada en el mundo de la marginación y de la praxis de los cristianos en el proceso de liberación. La ética se configura en torno al imperativo ético de profunda raíz bíblica ¡Libera al pobre, al oprimido! Los sacramentos se viven en un clima de participación popular como liturgia del prójimo. La Iglesia se estructura en torno a una amplia red de comunidades eclesiales de base que conforman la Iglesia de los pobres. (TAMAYO ACOSTA 2001)

Sus practicantes están activamente comprometidos con la conquista de la liberación; concediendo una gran importancia al concepto de praxis, que comienza con la participación en los movimientos populares, a favor de la emancipación social.

…la TL trasciende el horizonte religioso y teológico y se convierte en un fenómeno sociopolítico fuertemente arraigado en los sectores populares de la población… ayudó a generar en los pueblos latinoamericanos una conciencia crítica y revolucionaria en sintonía con la pedagogía del oprimido de Paulo Freire. Como tal fenómeno sociopolítico de carácter revolucionario provocó una seria inquietud no sólo a las autoridades religiosas, sino también a los poderes políticos, económicos y militares del continente, que llevaron a cabo una lucha organizada en diferentes frentes para frenar su influencia deslegitimadora del sistema y evitar su expansión. (TAMAYO ACOSTA 2001)

La TL está hoy atenta a las diferentes formas de pobreza para no reducir los análisis de la marginación estructural a la pobreza socioeconómica. Tiene muy en cuenta sus dimensiones sexista, racista y ecológica. Clases explotadas, razas marginadas, culturas despreciadas, mujeres doblemente explotadas, marginadas y despreciadas, campesinos y campesinas, niños de la calle, personas sin hogar, naturaleza depredada, etc.: he aquí los nuevos sujetos y lugares del quehacer futuro de la TL. Son los rostros concretos de los pobres, a los que responden nuevos movimientos populares.

Los expresan así un colectivo de teólogos y pastores chilenos: Frente a la discriminación racial, étnica y cultural, surgen los movimientos indígenas y negros; frente a la discriminación de género, surgen los movimientos de mujeres; frente a los graves atropellos a la dignidad humana por las dictaduras militares surgen los movimientos de derechos humanos; frente al deterioro del medio ambiente, los movimientos ecologistas; frente a la lucha por la supervivencia, las diversas organizaciones económicas populares.